Al final soy yo la que no hace lo que tiene que hacer porque está buscando una solución a un desastre que no le incumbe pero en el que la han metido sin preguntar.
Y que suerte la gente sorda. No escucha las gilipolleces de la población.
Que suerte aquellos que tienen la capacidad de pasar de todo. Incluso de los problemas mas cercanos.
Que suerte aquellos que tienen un gran poder de concentración.
Y es que la vida no es justa. Ni mucho menos bonita. Es dura y amarga. Quien diga lo contrario miente.
Como me gustaría desaparecer del país en el que vivo y volver solo una vez al año.
Me encantaría conocer a gente lejos de aquí, gente normal, con problemas normales y gente cuerda. Gente que sabe lo que hace y lo que dice.
Y dicen que es mejor lo malo conocido... Bueeeeno, yo no estoy de acuerdo. Después de haber conocido todo lo malo de este mundo toca conocer lo bueno, o al menos algo tan bueno que te haga olvidar lo malo, o al menos apartarlo.
Tanto dolor te acaba matando.
Si te muerdes la lengua tantas veces acabarás explotando.
Pero soy una egoísta que en vez de poner a cada gilipollas en su sitio se guarda las cosas porque harán daño y la única que acaba haciéndose daño soy yo. Soy yo la que acaba perjudicada de todas todas.
Vivir en los años cincuenta o en los sesenta no parece una idea descabellada después de todo. Seguro que me hubiera ido mejor y hubiera conocido a un chico encantador.