Y luego no puedes dormir.
O si. Depende de lo cansado que estés.
Y te pones ha hacer cosas. Porque el insomnio es muy malo, pero menos que las noches de verano.
Entonces lees, escuchas música, te metes en las redes sociales, subes y bajas todo el rato la persiana porque no está bien colocada, comes o bebes algo, te pones a pensar y a filosofar y...acabas llorando por una cosa o por otra. Y te das cuenta de que la vida no es una puta sino que tu vida es una puta. Y sigues llorando. Pero los minutos avanzan lentamente. Y tu te ahogas.
Te vistes y sales a dar una vuelta. No hay nadie por la calle. ¡Normal! ¿A estas horas quien va ha haber?
Y caminas por una calle llena de casas adosadas y caras paralelas cuando te das cuenta de que la persona que se aproxima no tiene perro ni hace footing, ni siquiera va en bici o monopatín ni lleva ropa de fiesta, va vestido de manera normal pero no hay nada normal en esa situación. No puedes escapar del extraño que se acerca. Es alto y fuerte, o al menos mas que tu... Lleva capucha y camina con decisión.
A ver...no hay que temer nada, si no le haces ni dices nada no pasará nada ¿no?
Espera ¿Eso que brilla es un cuchillo? ¿Una navaja? Hay madre.
El chico, porque queda confirmado que es un chico, te golpea el hombro derecho al pasar. Y tu sueltas una exhalación. Mierda. Pero eso no hubiera pasado si tu no hubieras tropezado con tus torpes pies y hubieses invadido su espacio vital.
- Lo siento mucho, ¿Estás bien?
-¿Eh?
Venga, espabila, que te está hablando.
-Si, si estoy bien, no pasa nada, ha sido culpa mía. Soy una torpe de mierda.
El sonríe y tu también, aliviada, ¿De verdad pensabas que este chico podía ser peligroso? ¡Si es precioso!
Menudos ojos, menudos brazos... ¿Y esa sonrisa? Ah si, eso era lo que brillaba. Esa sonrisa es capaz de alumbrar a la ciudad entera.
Y es ahora cuando te das cuenta de que el karma existe y que una cosa mala puede llevarte a una cosa maravillosa. Solo hay que tener paciencia y aguantar.
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