Y es que a partir de no hacer nada, he vivido en mi mundo de luz y color donde todo es perfecto y ni nada ni nadie puede amargarme con sus comentarios.
Era feliz.
Y esta mañana no. Porque ver a las petardas de turno, que me digan que soy idiota por escuchar a mis chicos y que soy muy callada no me hace ser feliz. Ni un pelo.
Digamos que odio el instituto y a todo ser viviente que habita en el. Exceptuando algunas personas que SI valen la pena. El resto no. Nada. Fuera. A la hogera.
Y es que si ya de por si es difícil encontrar amigos de verdad y gente que te entienda, como tengas los gustos que yo tengo y seas tan especial como lo soy yo, mal vamos.
Pero aún quedan personas buenas, humildes y razonables que me hacen confiar en que la humanidad tiene salvación posible.
Puede que esté delirando debido a mi dolor de cabeza y de útero pero yo creo que si te pasas un día por mi instituto lo comprobarás y, es más, me corroborarás.
Porque no hace falta ir al zoo para ver animales.
Y porque ya no queda gente como la de antes.
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